La cadena de suministro de alimentos está llegando a la cima de la lista de emisores de gases invernaderos (GEI) a nivel mundial, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Estas emisiones se generan a lo largo de todo el sistema de suministro de alimentos: producción, manipulación, transporte, almacenamiento y distribución, independiente de si son o no consumidos.
Solo la comida que se pierde es la culpable de generar entre el 8 y el 10 % de las emisiones de GEI, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático.
Las emisiones relacionadas con la pérdida y el desperdicio de alimentos están afectando los suministros de agua, acelerando la desertificación y la sequía, y empeorando la imprevisibilidad y la gravedad de los fenómenos meteorológicos.
Además, los desechos de alimentos podridos en los vertederos contribuyen al cambio climático al generar metano. Es más, el 71% de los desechos sólidos municipales (en donde los alimentos son el componente individual más grande) terminan en vertederos que son una de las tres fuentes clave de emisiones globales de metano.
Por otro lado, los alimentos desperdiciados consumen una cuarta parte del uso mundial de agua dulce por parte de la agricultura y utilizan el 28% de la tierra cultivable del mundo.
El desecho de alimentos también involucra el desperdicio de recursos: desde el agua, la tierra y los nutrientes para cultivarlos, hasta la energía y el trabajo humano para transportarlos y procesarlos.
Abordar la pérdida y el desperdicio de alimentos es la mejor forma para mejorar el acceso a dietas saludables y asequibles, hacer un uso eficiente de los recursos naturales, reducir los insumos agrícolas y todas las emisiones asociadas.
Para arreglar nuestra relación con la naturaleza y fortalecer la seguridad alimentaria, no debemos centrarnos simplemente en cultivar más alimentos, sino también en reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos de manera sostenible.
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